Viaje a Namibia: Cape Cross y la Costa de los Esqueletos
Después de pasar una agradable noche en Swakopmund, una ciudad
situada en la costa Atlántica de Namibia y con una arquitectura de claro estilo colonial
alemán, nos trasladamos al muelle para embarcar en un catamarán y disfrutar de
una tranquila navegación, mientras bandadas de pelícanos y cormoranes vuelan
sobre nuestras cabezas y leones marinos nadan a nuestro alrededor, incluso
alguno de ellos se atreve a subir a nuestro barco para comerse algún pescado
que sabe que la tripulación le va a proporcionar.
Tras un tranquilo paseo
y un exquisito desayuno con productos del mar, seguimos en nuestro estupendo y
cómodo camión hasta Cape Cross, en la Costa Atlántica, donde encontramos la mayor colonia de leones
marinos de África. La abundancia de plancton y peces en esta zona favorece las
condiciones de vida de estos mamíferos.
Situado en medio de la nada, la zona
está considerada reserva natural además de reserva faunística. Al bajar del
camión un fuerte olor, además de un enorme griterío nos acompaña en la visita,
pero el panorama es único, miles de leones marinos descansando sobre las rocas,
durmiendo o peleándose, nadando en el mar, en grupos o diseminados, crías
mamando mientras sus madres repanchingadas se dejan querer, en fin, un gran espectáculo al que se accede más
fácilmente a través de una pasarela de madera que recorre una parte de la
costa, a un metro del nivel del suelo y que permite poder ver y disfrutar de
estos cetáceos, pero evitar molestarlos.
No con poca pena terminamos nuestra visita, es difícil dejar
de mirar atrás, pero lo siguiente es recorrer la Costa de los Esqueletos y esto
anima.
Llegamos a la entrada del Parque y una puerta con unas
calaveras hace inevitable la foto, vamos a recorrer una de las costas más
hostiles y más inquietantes del planeta. Su nombre proviene de la cantidad de
huesos de ballenas y focas que podían encontrarse a lo largo de sus playas, a
causa de las grandes campañas de caza. Debido a la llegada de la corriente fría
de Benguela a esta parte del océano, la zona alberga intensas nieblas, con
grandes olas y fuertes vientos durante la mayor parte del año, además las corrientes
hacen que esta costa sea muy peligrosa para su navegación, siendo testimonio de
ello los antiguos restos de naufragios, algunos apenas reconocibles por la
erosión, encallados a lo largo del litoral.
Nuestro destino en esta jornada es la árida región de
Damaraland, una interesante y bonita zona que abarca montañas y desiertos y
donde encontramos pinturas rupestres,
bosques petrificados, plantas milenarias y algún poblados en medio de la nada.
En el camino paramos para ver de cerca la planta nacional del
país, una curiosa variedad cuyo nombre en afrikáner es tweeblarkanniedood
y de la que dicen puede vivir hasta 2000 años.
Después de un día muy intenso, llegamos a nuestro acogedor
alojamiento Wilderness Safaris Doro Nawas, en mitad del Damaraland,
concretamente en el área de conservación de Torra, en tierras del pueblo
Damara, donde nos sorprenden con un cariñoso recibimiento musical por parte de
la gente que allí trabaja.
Subimos a la carrera las escaleras hacia la azotea,
quedan segundos para la puesta de sol y es imprescindible una buena foto, ya
que desde el montículo rocoso donde se encuentra la construcción principal, las
vistas son espectaculares: las montañas Etendeka al norte y las dunas de arena
roja de Twyfelfontein al sur.
Ya más relajados disfrutamos de una buena cena bajo un cielo
nítido plagado de estrellas, diferente al que habitualmente vemos, intentando
descubrir donde se encuentra la famosa “Cruz del Sur”.
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