Añorando Malí








Una noticia en el digital del diario El Publico, me ha llamado la atención: “La biblioteca del desierto”. El Instituto Ahmed Baba de Tombuctú, en Malí, conserva 30.000 manuscritos sobre la presencia islámica en África. (Público 23/4/2009), firmado por Carlos Fuentes (http://www.publico.es/culturas/220452/biblioteca/desierto). Esta es una de las pocas veces que uno encuentra noticias de África que no corresponden a hambrunas, muerte o destrucción…. Al ver la foto que ilustra el artículo, no he dejado de recordar mi primera llegada a Tombuctú en el año 1981, los tiempos empleados en llegar a este mítico destino difirieron de los que aparecen en el citado texto de Carlos Fuentes. En mi caso, fueron necesarios tres días completos de navegación en “pinaza” para alcanzar el puerto fluvial de la ciudad, tres días de intenso calor, de mucha hambre, pero de inolvidables experiencias. Cada parada en las orillas era una atracción para los pobladores locales que se arracimaban en las orillas del río para ver a un grupo de blancos que viajaban entre toneladas de mijo en sacos. La llegada fue impresionante, nos recibió una tormenta, que proveniente del Sáhara, nos vapuleo, nos lleno de polvo y finalmente nos empapo. Tombuctú es de esas ciudades en las que hay que estar para darse cuenta de que hoy, no hace honor a su historia, pobre, aislada y deprimida ha perdido su razón de existir. Unos cuantos Tuareg se agolpan en campamentos próximos al río con el fin de asediar a los pocos viajeros que allí llegan y venderles algo de artesanía o alguna excursión a las dunas. Su hábitat ha cambiado, las caravanas han sucumbido ante el avance de los potentes camiones y el acoso del asfalto y la desertificación les hace mantener una vida miserable y sin opciones. Pero Tombuctú exporto cultura en los siglos XV y XVI y eso, ha dejado un poso en aquellas callejas, que aún hoy llaman la atención de los más curiosos viajeros.
Malí es un país duro, de contrastes, donde nada es fácil, donde hay pocas cosas o incluso nada. Un país que se reparte entre el desierto del Sáhara y el Sahel, donde se cuentan por decenas las tribus que lo pueblan. Es país para que lo disfruten los viajeros avezados, los que saben sacar provecho de la contrariedad, los que saben olvidarse del reloj, los que saben hacer amigos, los que hacen de la paciencia una virtud, los que no les importa comer poco y mal cuando toca…. Para todos aquellos se así se sientan, debe ser un destino imprescindible.
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José Antonio Masiá

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