Ascensión al Ararat (Turquía).
Viajar a Turquía es siempre atractivo, mezcla de Europa y Asia y con una sociedad que se debate entre la “modernidad” occidental y las tradiciones, donde las nuevas generaciones intentan dar pasos rápidos hacia el desarrollo. Hacía años que no pisaba estas tierras y me apetecía intentar subir al Ararat (Agri Dagi), esa montaña que se levanta aislada en el noroeste del país próxima a la frontera de Irán y Armenia. No es un objetivo alpino de primer orden, pero es de esas montañas a las que apetece subir y conocer el entorno en el que se levanta.
Desde la ciudad de Dogubeyazit nos hemos trasladado al pueblo de Eli (2.200 m) y va a ser desde aquí desde donde comencemos nuestra aproximación al que será nuestro campamento base sobre los 3.200 m. El campamento esta pre instalado. Tenemos agua y praderas verdes pero también, desgraciadamente, está sucio, el hecho de no haber instalaciones sanitarias prevista obliga a “buscarse la vida” en los alrededores con el resultado que todos suponemos.
Como todas las montañas de este tipo, fáciles pero altas, la aclimatación a la altura es el factor principal, siempre que el clima nos lo permita, para realizar un ascensión cómoda. Y a ello nos dedicamos los siguientes dos días, subimos al campo I (4.200 m.), bajamos a dormir al base y al día siguiente volvemos a subir al campo I donde dormiremos, o al menos lo intentaremos.
El día de cima nos levantamos aún de noche e iniciamos nuestro lento ascenso, como mandan las normas, hacia la cima. Sobre los 4.800 m la nieve hace su presencia y nos calzamos los crampones, la nieve esta cómoda y caminamos sin problemas, poco a poco nos acercamos a la cima. Unas cuatro horas han sido necesarias para alcanzarla, el sol ya brilla y el cielo muy limpio nos deja ver Armenia, gran parte del Kurdistán y la cima del prohibido “pequeño” Ararat a nuestros pies.
Tras disfrutar un buen rato del esfuerzo realizado y hacer cientos de fotos, comenzamos el descenso. Rápido pasamos por el que fue nuestro campo I y alcanzaremos el base, cansados de una jornada dura y emocionante. Han sido diez horas de actividad que mis piernas acusan pero nada que una buena cena y ocho horas de sueño no arreglen.
El Ararat ha sido una magnífica experiencia que sumar a la lista de los buenos momentos pasados en la montaña.
JAM
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