Ascensión al Ararat (Turquía).


Viajar a Turquía es siempre atractivo, mezcla de Europa y Asia y con una sociedad que se debate entre la “modernidad” occidental y las tradiciones, donde las nuevas generaciones intentan dar pasos rápidos hacia el desarrollo. Hacía años que no pisaba estas tierras y me apetecía intentar subir al Ararat (Agri Dagi), esa montaña que se levanta aislada en el noroeste del país próxima a la frontera de Irán y Armenia. No es un objetivo alpino de primer orden, pero es de esas montañas a las que apetece subir y conocer el entorno en el que se levanta.
El nombre Ararat ya aparece en los textos bíblicos (Genesis 8:4 "que el decimoséptimo día del séptimo mes, el arca se detuvo sobre las montañas de Ararat". ), pero también se le menciona en mitos hindús, los griegos la llaman Parnaso u Otris. Pero sin duda, su mayor popularidad se la otorga el hecho de ser el lugar donde, supuestamente, se encuentra el arca que construyo Noe y que sirvió para salvar a la humanidad y a las especies animales de la inundación bíblica. Desde un punto de vista geológico, es un volcán inactivo de 5.165 m. de altura, cubierto de nieves eternas, su base alcanza los cuarenta kilómetros de diámetro y en ella se levanta el “pequeño” Ararat de 3.896 m. de altura. Su cima fue alcanzada por primera vez en 1829 por el explorador ruso Friedrich Wilhelm Parrot y lo realizó por la cara noroeste. La nieve, actualmente cubre los 400 últimos metros y el glaciar llega hasta los 4.800 m. La ruta de ascensión que principalmente se utiliza, es la que sigue la vertiente sur de la montaña. Hay vías por las caras este, noroeste y norte pero presentan mayores dificultades logísticas y el acceso a su base es remoto y complicado, ya que los caballos de carga solo pueden alcanzar los 3.700 m, y técnicamente presentan mayores dificultades.
Desde la ciudad de Dogubeyazit nos hemos trasladado al pueblo de Eli (2.200 m) y va a ser desde aquí desde donde comencemos nuestra aproximación al que será nuestro campamento base sobre los 3.200 m. El campamento esta pre instalado. Tenemos agua y praderas verdes pero también, desgraciadamente, está sucio, el hecho de no haber instalaciones sanitarias prevista obliga a “buscarse la vida” en los alrededores con el resultado que todos suponemos.
Como todas las montañas de este tipo, fáciles pero altas, la aclimatación a la altura es el factor principal, siempre que el clima nos lo permita, para realizar un ascensión cómoda. Y a ello nos dedicamos los siguientes dos días, subimos al campo I (4.200 m.), bajamos a dormir al base y al día siguiente volvemos a subir al campo I donde dormiremos, o al menos lo intentaremos.
El día de cima nos levantamos aún de noche e iniciamos nuestro lento ascenso, como mandan las normas, hacia la cima. Sobre los 4.800 m la nieve hace su presencia y nos calzamos los crampones, la nieve esta cómoda y caminamos sin problemas, poco a poco nos acercamos a la cima. Unas cuatro horas han sido necesarias para alcanzarla, el sol ya brilla y el cielo muy limpio nos deja ver Armenia, gran parte del Kurdistán y la cima del prohibido “pequeño” Ararat a nuestros pies.
Tras disfrutar un buen rato del esfuerzo realizado y hacer cientos de fotos, comenzamos el descenso. Rápido pasamos por el que fue nuestro campo I y alcanzaremos el base, cansados de una jornada dura y emocionante. Han sido diez horas de actividad que mis piernas acusan pero nada que una buena cena y ocho horas de sueño no arreglen.
El Ararat ha sido una magnífica experiencia que sumar a la lista de los buenos momentos pasados en la montaña.
JAM

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