Descubre Madagascar (2ª parte)
Desde aquí, nuestro rumbo cambió
completamente, para dirigirnos al Oeste
de la isla de Madagascar, una etapa larga en la que vivimos uno de los momentos más
divertidos del viaje, en Miandrivazo, donde tuvimos que realizar
una compra en un mercado local, que formaría parte de nuestro almuerzo para ese
día. Actividad altamente recomendable y momento fantástico para poder interactuar
y “socializar” con la gente local, con su moneda, con su idioma y con sus caras
de asombro, al vernos degustar sus típicos y tradicionales productos...
Después de estos momentos tan
especiales, nuestra siguiente parada fue Morondava,
en la costa oeste Malgache. No podíamos estar en una isla y no respirar el olor a mar y contemplar el infinito
Océano Índico.
Por esto, el canal de Mozambique, nos recibía, con una bonita playa de arena
fina y blanca, aguas agitadas y típicas embarcaciones tradicionales de vela
pescando al amanecer, su gente esperando en la playa esas redes repletas de
pescado…un corto paseo nos permitió llevarnos las mejores imágenes de la mañana,
caras sonrientes, niños jugando en la arena, saludos y un buenos días con cada
uno de ellos, esos momentos en los que deseas además de decir “salama” ( hola,
en malgache), el poder comunicarte mejor y exprimir al máximo esos momentos
únicos y diferentes…aquellos en los que piensas que viajar es un auténtico
lujo, un placer y privilegio que tenemos algunos en esta vida.
Teníamos que seguir la aventura y
realmente nos esperaban momentos muy divertidos
en nuestros vehículos 4x4, pistas largas y polvorientas de terreno
complicado y en muy mal estado, embarradas en muchos tramos, cruce de ríos y
balsas de agua, el final de la época de lluvias hace que sólo los mejores
conductores sean capaces de avanzar por ese terreno, momentos que nos recordaban
al Africa más profundo, a ese Africa que emociona y engancha, aquel que nos
hace volver siempre que hay oportunidad, porque Africa es simplemente diferente…sólo hay que olvidarse del tiempo y
dejarse llevar por cada situación para vivirlo intensamente.
Paisajes cambiantes, una sorprendente
y particular sabana en la que sólo
faltaban jirafas, leones y elefantes
para pensar que estábamos en el continente, comenzábamos ya a atisbar los
bellos y exóticos baobabs, zonas de vegetación exuberante y así, se sucedía
todo hasta llegar a los Tsingy de Bemaraha, formaciones kársticas declaradas Patrimonio de la Humanidad por UNESCO.
Estas formaciones calizas, las
podemos encontrar en otros lugares, pero aquí en Madagascar se convierten en únicas,
por sus altas y finas agujas, por su extensión, por la mezcla de magia y
sorpresa que encierra el lugar. Su nombre, Tsingy, proviene del Malgache y
quiere decir “caminar de puntillas” y en efecto es como hemos de caminar para
descubrir lo que debajo encierra este paisaje en apariencia hostil, pero donde
se suceden frondosos bosques húmedos endémicos, bellos jardines naturales,
cuevas, pasadizos, auténticos laberintos algunos estrechos, donde se requiere
estar en forma, ser ágil y no tener miedo a las alturas, aunque el arnés nos
ayuda en cada paso, debemos extremar el cuidado y la atención para disfrutar de
este bosque de piedra que seguro se
convierte en una de las experiencias inolvidables del viaje.
Y cómo no vamos a detenernos en la
puesta de sol impresionante que tuvimos en la
avenida de los Baobabs, un absoluto privilegio acercarnos a estos árboles
milenarios y espectaculares, siete de las nueve especies que existen en el
mundo, están aquí, en tierra Malgache, un espectáculo de color y de luz para
cerrar un día de lo más intenso.
Silvia
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